“Los que están presos en Nicaragua (…) son los que hicieron la revolución contra (Anastasio) Somoza. Y fueron amigos nuestros. Y están presos, ¿por qué? Porque hay unas derivas que ya no son propiamente hacia la democracia y eso hay que evitarlo”, declaró Petro ante un medio colombiano. 

 En instancias en que Petro se postulaba para la presidencia de Colombia, había manifestado su disconformidad con la forma en que Daniel Ortega estaba manejando su reelección. Según noticias que recogía Infobae en noviembre de 2021, el entonces senador expresó que, “cuando un candidato que al mismo tiempo es presidente (…) pone presos a sus opositores (…) eso no es democracia”.  En ese entonces asimilaba la situación de Nicaragua con la que habría sufrido él durante el gobierno del expresidente Álvaro Uribe.

 Si durante la campaña electoral la democracia no funcionaba en Nicaragua, ¿por qué habría de hacerlo después?  Reelecto Ortega en la fórmula con su esposa ha encarado una campaña contra la Iglesia católica. Han circulado en redes sociales imágenes de templos ardiendo y símbolos religiosos profanados atribuidos a la situación nicaragüense.

 En abril de este año Daniel Ortega ordenó el cierre de la oficina de la OEA en su país. El 12 de agosto la OEA condenó las violaciones de los derechos humanos en Nicaragua, con la abstención de Bolivia, El Salvador, Honduras y México y la ausencia de Colombia. ¿Cuál es el efecto que la decisión tendrá sobre la política nicaragüense?: ninguno. Sobre todo, con las excepciones señaladas y la ambigua posición colombiana. 

¿Será el nuevo mandatario el émulo de un expresidente uruguayo que como dice una cosa dice la otra?

Esperemos que solo haya sido una confusión de principiante.