El lento retorno de Trump

Saberes 20 de agosto de 2022 Por Heraclio Labandera
Una serie de elecciones en las internas del Partido Republicano están barriendo a los candidatos que hacen del “anti-trumpismo” una plataforma. Las propuestas de Trump parecen ser las adecuadas entre los votantes conservadores, al punto que algunos republicanos contrarios al ex presidente proponen promover una suerte de trumpismo sin Trump. Pero todo indica que paso a paso, se está imponiendo la versión original. 
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La derrota en las primarias del estado de Wyoming (Estados Unidos) de la representante republicana Liz Cheney a manos de una candidata también republicana pero patrocinada por Donald Trump, sumó puntos para consolidar el retorno al escenario político del polémico ex-presidente dentro del Partido Republicano.
Con la victoria de la retadora Harriet Hageman, Trump se acercó algo más a su aspiración por hacerse con el control de la maquinaria republicana y de volver a la presidencia de los Estados Unidos.
Fue una carambola a varias bandas.
La derrota fue aplastante y significó el ocaso de una de las dinastía tradicionales dentro del Partido Republicano, ya que Liz es hija de Dick Cheney, vicepresidente entre 2001 y 2009 durante el gobierno de George W. Bush y uno de los opositores más militantes de la “guardia vieja” que se resiste a perder el control del aparato partidario a manos de un recién llegado.
Fue una derrota de la casta paleo-conservadora que controla al Partido Republicano y que se opone con fiereza a un nuevo ascenso de Donald Trump, un candidato que tras su histriónico y polarizador estilo, alienta entre los republicanos una línea más nacionalista y populista que la tradicional.

Dos tendencias

Dentro del bando conservador de los Estados Unidos, hay una corriente históricamente aislacionista confrontada a una línea contrapuesta más cosmopolita que aboga por el intervencionismo activo en los conflictos internacionales.
Hasta la llegada de Trump al poder, en Washington hegemonizaba el conservadurismo más cosmopolita del Partido Republicano, y por derivada, intervencionista en el plano mundial, particularmente tras el mega atentado contra las Torres Gemelas.
El horripilante episodio fue justificación para que la élite republicana, de la mano de George W. Bush embarcara al país en un activo intervencionismo, particularmente en Irak y Afghanistán.
Pero las guerras salen caras y producen inflación, dos cuestiones que provocan gran irritación entre los sectores conservadores más tradicionalistas.
Eso indica en parte cual fue la base social para el ascenso al poder del trumpismo, o que élites intelectuales movilizó durante su gobierno.
La clase media aún golpeada por la crisis de 2008, las masas urbanas desocupadas por las “deslocalizaciones” (empresas estadounidenses que se instalaron en China para producir más barato), los sectores preocupados por la orientación ideológica “progresista” que se ganó la conducción del Partido Demócrata, el crecimiento de una versión estadounidense del “socialismo” como solución a los problemas socio-económico del país, la instalación de un pensamiento cultural “de izquierda” en los círculos de formación moral, el prestigio que cobró a nivel sociológico y académico la explosión de las dialécticas raciales o las de género, la irrupción de intelectuales conservadores que ponen en tela de juicio el resultado de las políticas intervencionistas de Estado Unidos en el extranjero, la distorsión social que supuso para muchos el retorno y reinserción de los veteranos de las guerras de Irak y Afghanistán, ...en toda esa pecera pescó Trump.     
Con su ascenso, en la política estadounidense se instaló un conservadurismo más aislacionista respecto de los conflictos de la agenda mundial, lo que explica su voluntad por repatriar a sus fuerzas militares desparramadas por el mundo, presionar a los países de la OTAN para que incrementaran sus presupuestos militares para el sostenimiento de la Alianza Atlántica, los esfuerzos por acercar a Estados Unidos con países como Rusia y líderes como Vladimir Putin, o Corea del Norte y Kim Jong-un, los primeros pasos para poder repatriar a las fuerzas militares estadounidenses de los escenarios más alejados.
De hecho, fue el primer presidente norteamericano en muchos años, que se retiró de la primera magistratura de su país, sin haber iniciado una guerra en alguna parte del mundo.
La contracara de esa orientación fueron sus conductas incorrectas ante lo “políticamente correcto”, sus poses autoritarias para la resolución de los conflictos, o su temeridad en el sostén de la institucionalidad, algo que le reprochan abiertamente sus opositores dentro del bando demócrata y del propio Partido Republicano.
Eso fue la campaña de Liz Cheney y eso explica el allanamiento del FBI de su casa en la Florida.

Guerra intestina 

Hasta ahora Trump viene “limpiando” en contiendas electorales a sus críticos más feroces, merced al activismo de las organizaciones trumpistas vinculadas a los republicanos que censuran o expulsan a los candidatos que rompen con la nueva ortodoxia favorable al ex presidente.
De los diez republicanos que votaron en 2021 contra Trump para acusarlo por el papel que se le atribuye en la incitación de las turbas que el 6 de enero del año pasado asaltaron el Capitolio, solo dos han sobrevivido a las primarias republicanas de 2022.
Es lo que el influyente “The New York Times” (diario duramente contrario a Trump) señaló como “una impresionante racha de derrotas y retiros forzados en una cámara donde los titulares suelen prevalecer con facilidad”.
En el caso de Wyoming, la victoria de la candidata trumpista mostró la temperatura interna de ese partido.
“Ninguna derrota individual estuvo tan cargada de significado como la de la Sra. Cheney, o (fue) tan reveladora del realineamiento del partido”, agregó el periódico.
Tanto los demócratas como los republicanos reacios al retorno de Trump, centran sus críticas hacia el ex presidente en lo que llaman “negacionismo electoral” de éste, por no aceptar la legitimidad del resultado del proceso eleccionario que llevó al demócrata  Joe Biden al poder.
Liz Cheney esperaba que las acusaciones contra Trump por responsabilidad política en los disturbios del 6 de enero de 2021, “fueran un punto de inflexión para los republicanos”, pero eso no ocurrió.
Al grito de “estamos hartos del 6 de enero”, su rival, Harriet Hageman venció en el reto republicano.
Según diversos analistas, Liz Cheney igual se postularía como candidato a la presidencia con una plataforma anti-Trump para evitar lo que considera una tragedia.
Pero seguramente la intrusión del FBI en la casa de Trump en Florida, buscando documentos que permitan armar una causa contra el ex presidente, ayudó a consolidar un poco más su control sobre el electorado republicano.
Rich Lowry, editor de National Review -una tradicional revista conservadora estadonidense- dijo que “esperaba que el partido no renombrara a Trump en 2024” y promovió la idea de patrocinar a un candidato que fuera una versión alternativa, un trumpismo sin Trump, como la figura del gobernador de Florida, Ron DeSantis.
Con Trump o sin él, con el control republicano para sí o sin que logre ganar, sea el candidato presidencial o no, gran parte de la política estadounidense hoy gira en su derredor. Pero quiénes lo vean como la mera irrupción de un capricho individual, advierte solo una parte del problema.
En los Estados Unidos de hoy, varios millones de ciudadanos ven en él un desafío al “establishment” y están dispuestos a desenterrar su hacha de guerra.
La pregunta es si Trump finalmente se hace con la candidatura presidencial del Partido Republicano, será capaz de retornar a los republicanos al gobierno.

Heraclio Labandera

Periodista y autor. Corresponsal de publicaciones extranjeras, agencias internacionales de noticias. Ha trabajado para diarios, semanarios, revistas, radio, televisión y redes. Escribe sobre política y economía. Autor de libros sobre ética, pensamiento e historia. Eterno curioso. Editor de Confidencial.

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