Una carta que describe la realidad vivida por los familiares de quienes se encuentran en la cárcel de Domingo Arena

Hechos 21 de diciembre de 2022 Por Fernando Caride Bianchi
Recibimos y publicamos una emotiva carta en la que se relatan las vivencias de una familia militar tipo en los tiempos en que operaba la guerrilla tupamara en nuestro país.
INJUSTICIA

Recibimos y publicamos una emotiva carta en la que se relatan las vivencias de una familia militar tipo en los tiempos en que operaba la guerrilla tupamara en nuestro país. 

Los miedos, las tensiones, las angustias y el peligro vivido por los militares que no les tocó estar detrás de un escritorio, sino en la línea de fuego arriesgando sus vidas en el cumplimiento de las órdenes que se les impartían, debiendo tomar decisiones difíciles en situaciones extremas nunca antes vividas.

Miedos, tensiones, angustias y peligros que también se vivieron en el seno de los hogares de esos militares y que lamentablemente hoy los vuelven a revivir, pero esta vez por tener a sus seres queridos encarcelados por el odio y la venganza de quienes solo piensan en las víctimas de una parte e ignoran y menosprecian a las víctimas de la otra parte, lo que contribuye a fomentar una división entre uruguayos. División que la gran mayoría de los orientales a través de lo manifestado en dos consultas populares directas, estuvieron de acuerdo en que se resolvía dando vuelta la página para todos los involucrados en una guerra interna que solo los Tupamaros quisieron. 

Una carta escrita por una hija de esos militares que hoy se encuentran en prisión en virtud de procesos judiciales a típicos, en los cuales sólo se tuvo en cuenta la parte del Ordenamiento Jurídico que fue útil para su encarcelamiento, pero que se desechó toda norma o tratado vigente así como principios generales de Derecho que de haberse aplicado jamás se hubieran dado las privaciones de libertad de la inmensa mayoría de los detenidos en Domingo Arena, una prisión decretada preventivamente a ancianos sobre los cuales aún no recae ninguna condena judicial, debiendo esperar presos las resultancias de largos proceso judiciales que recién se inician.

En estas fechas, ante la víspera de la Navidad y el fin de un año y el comienzo de otro, generalmente son momentos de reflexión serena por lo que nos parecen más que oportunas las palabras y conceptos expresados en la carta que compartimos con nuestros lectores cuyo texto es el siguiente:

 

 "Hace 50 años Uruguay vivía la guerra contra la subversión que indefectiblemente marcó a una generación para siempre. En 1972 nuestros padres eran cadetes de la Escuela Militar y de Policía y muchos debieron concluir sus estudios anticipadamente porque el deber llamaba de manera urgente. Uruguay atravesaba uno de los episodios más oscuros de su historia donde la guerrilla armada debilitaba al sistema político que no lograba controlar la situación que atemorizaba a toda la población.

Nuestros padres no fueron soldados de una guerra convencional de uniformados para lo cual habían sido entrenados, sino que fueron soldados de una guerra sucia donde el enemigo se mimetizaba entre la población civil para poder poner bombas o asesinar por la espalda sin que nadie pudiera prever el ataque. 

A pesar del miedo natural que se imponía en toda la sociedad, ellos fueron los jóvenes del frente de batalla; porque como en todas las guerras, los más jóvenes son los primeros en la línea de fuego. Ellos desactivaron bombas que ponían los terroristas en puntos estratégicos, liberaron la cárcel del pueblo, encontraron el cadáver de Pascasio Báez y cargaron con los cuerpos de sus compañeros.

Como toda su generación fueron padres jóvenes. Todas las mañanas nos despedían con un beso y un abrazo fuerte sabiendo que tal vez era el último beso o el último abrazo. Crecimos con poco, pero ricos en valores y amor. Aunque vivieron el horror de la guerra, en nuestras casas nunca se sembró el odio ni el rencor. Algunos dejaron las fuerzas armadas para aportar a la sociedad desde otros lados. Además de formar familias íntegras fueron intendentes, dirigentes de clubes deportivos, presidentes de sociedades de fomento, construyeron iglesias aportando gran valor a la sociedad que integraban en paz. 

50 años después les toca enfrentar otra vez la guerra, pero esta vez es otro tipo de guerra. Los enemigos ya no disparan por la espalda como solían hacer, sino que operan infiltrados desde el sistema judicial. Utilizan las herramientas de la democracia para imponer su venganza disfrazada de justicia. 

Nuestras familias han sufrido escraches, difamación y persecución ideológica por el simple hecho de ser militar al igual que en los 70’s. Lo que para nosotros es motivo de orgullo, para cierta parte de la sociedad es motivo de odio y rencor. Nunca devolvimos mal por mal, al contrario, soportamos el oprobio en silencio aferrados a la educación que habíamos recibido en nuestro hogar. Si ese era el precio que había que pagar, estábamos dispuestos a hacerlo.

Muchos de nuestros padres murieron lejos de sus familias esperando un juicio que nunca llegó. Otros esperan presos sabiendo que les robaron todas las garantías que el derecho penal otorga a los uruguayos según nuestra Constitución. A ellos se los puede juzgar 50 años después y los jueces consideran el tono de voz o el color de ojos como prueba suficiente para condenarlos injustamente.

Ellos son los sobrevivientes de una guerra, nuestra guerra. Y a pesar de que son ancianos que ya casi no pueden caminar, han encontrado entre ellos una unión que existe solo en entre compañeros de combate, entre hermanos que han compartido trincheras y que se han sostenido en la tragedia. 

50 años después ya no quedan los altos mandos de la época, ni los comandantes, ni los generales, ni los coroneles. Solo quedan ellos, nuestros padres, los jóvenes soldados y policías, los prisioneros políticos de un país democrático que saltea las normas básicas de la democracia.

Nosotros sus hijos mantendremos viva la esperanza que se respete la voluntad del pueblo uruguayo sabiendo que su lucha no ha sido en vano". 

 Hija de un prisionero político en el Uruguay

Fernando Caride Bianchi

Abogado y Escribano. Un citadino devenido productor rural. Hombre orquesta en el campo. Amante de la historia y los temas políticos. Oriental, Hispano y tributario de la Civilización Cristiana Occidental. Cuando el trabajo lo permite, me escapo con la pluma y el papel. Espadachín del sentido común y esgrimista del mandoble.
Editor de Confidencial.

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