Como en el ajedrez: cuestión de tiempos

Pero vamos al grano:¿es oportuno plantear ahora –a poco más de un año de las próximas elecciones– una reforma como la que propone hoy el gobierno? Sin duda que si ganara las elecciones de 2024, ésta sería la reforma que el Frente Amplio plantearía. Peor, sus condiciones serían mucho más gravosas y negativas para los trabajadores. En consistencia con el desprecio histórico que las izquierdas han tenido para las mayorías que se ganan el pan con el sudor de su frente. Por ahí andan declaraciones del ex ministro de Economía, Danilo Astori –padre del impuesto al trabajo disfrazado de “IRPF”– diciendo que el sistema de jubilaciones no resiste más y es necesario modificarlo. Ellos lo saben. Pero hoy su prioridad son las elecciones, y esta reforma previsional les viene como un regalo celestial para desplegar su repertorio de mentiras y cazar incautos. Desde una óptica objetiva no puede decirse que una reforma que estira en cinco años la edad para jubilarse despierte los entusiasmos ciudadanos. Menos, si establece otras limitaciones, plazos más largos de cómputo, nuevas formas de cálculo, la obigatoriedad del sistema mixto. Para el discurso de frenteamplistas y dirigentes sindicales todo esto viene al pelo. Por las facilidades que la iniciativa presta para que se la presente y por los plazos que corren, con octubre de 2024 a la vista. Es una realidad que el gobierno de Luis Lacalle Pou ligó mal. La pandemia le llevó dos años, los dos primeros años de gestión. Y si bien la tarea llevada a cabo para enfrentar aquella pesadilla fue un gran éxito, ejemplar por donde se la mire, también es cierto que se robó dos años preciosos, los primeros¸ los que hay que aprovechar para hacer las grandes reformas. Sin duda que ya la dirigencia del PIT-CNT se frota las manos haciendo la cuenta regresiva y calculando cuándo arrancar la recolección de firmas para llamar a un plebiscito derogatorio, y -fundamental– que coincida con las elecciones nacionales. Nos encontraremos (¿encontraríamos?) con que al Frente Amplio, más allá de la mediocridad de sus candidatos y candidatas, de sus profundas desavenencias internas, se le hará el campo orégano para ensobrar la papeleta de rechazo a la (para entonces aprobada) ley de reforma de la Seguridad Social, junto con sus hojas electorales. Lo primero es volver al gobierno, enseguida la repartija, y luego –seguro que sí– una legislación que reforme la Seguridad Social en condiciones draconianas, seguramente de acuerdo al dictado del FMI o del Banco Mundial. Y a llorar al cuartito. Por eso este llamado a la reflexión. ¿Vale la pena gastar el crédito y el prestigio que aún mantiene el gobierno en un proyecto de ley como éste? ¿Justo cuando son tan inminentes los plazos electorales? La obra pública, llevando soluciones a todo el país, realizada con total transparencia y notable eficacia; las políticas sanitarias, tan exitosamente desarrolladas cuando arreciaba el Covid; el combate al narcotráfico, el crecimiento de los puestos de trabajo, la paulatina mejora del salario, ¿no son acaso cartas de presentación incontestables? ¿vale la pena poner todos esos logros en riesgo? No nos engañemos: la ciudadanía no está debidamente informada acerca de los alcances de la reforma de la Seguridad Social; es más, lo poco que se sabe está distorsionado y genera rechazo, en vastos sectores. Otra vez ¿vale la pena poner en riesgo todos los logros de esta Coalición Republicana?¿No sería mejor abrir un prudencial compás de espera, cajonear la iniciativa, y dejar que sea el próximo presidente quien el 1º de marzo del 2025 envíe el proyecto al Parlamento? Si tenemos en cuenta la fugacidad de los plazos ¿qué apuro hay? Y peor, si consideramos la perspectiva de una derogación ¿cuánto puede prolongarse su vigencia? Rodeado del prestigio que dan esos primeros 100 días de gestión. Al calor de las renovadas mayorías de la Coalición Republicana, la misma iniciativa se puede ver rodeada de un apoyo popular que ahora –muy seguramente– no tiene. "Los gobiernos no sólo se destacan por lo que hacen, también por lo que evitan”, hemos escuchado decir reiteradamente al ex presidente Julio Sanguinetti. Pues bien, el gobierno se encuentra hoy frente a ese renovado desafío. Y los tiempos vienen cambiando, y con ellos las realidades geopolíticas. Hoy no sólo se trata de cerrarle el paso a “la izquierda”, sino a su peor versión –basta echar una mirada al mapa del Hemisferio– corporizada en el siniestro Foro de San Pablo. Es mucho lo que está en juego. Hoy parece aconsejable una perspectiva “de Estado”, antes de responder a las urgencias que plantean las circunstancias políticas convencionales. No es sólo la reforma de la Seguridad Social, sino mucho más lo que está en juego. ¿Por qué pegarse un tiro en el pie? ¿para qué dar a la oposición argumentos que utilizará en forma demoledora?
.