Colombia cae ante el abstencionismo

Hechos 21 de junio de 2022 Por Guillermo Silva Grucci
Ante el triunfo del utraizquierdista Petro la senadora María Fernanda Cabal emitió un mensaje a la población. La politóloga colombiana señala la caída de dos baluartes contra el socialismo del siglo XXI: Chile y Colombia, y promete una dura resistencia. Fiel a su estilo, habla fuerte y claro para que todos la entiendan.
Ma. Fernanda Cabal (1)

     En mensaje a la población, María Fernanda Cabal llama a no engañarse, el disfraz del “progresismo
no es otra cosa que el comunismo puro y duro tomándose a Latinoamérica». Señala la «paradoja de
la democracia que puede llevarnos, a un régimen socialista».
     Y marca una realidad preocupante: un 42% del electorado se abstuvo. Analizar estos números tiene
que ser objeto de inmediato interés. ¿Qué piensa la mitad del Cuerpo Electoral? ¿Cómo leer la
voluntad de esa enorme masa a la que parece darle lo mismo una u otra opción? ¿Es un triunfo del
socialismo S. XXI o una derrota de la democracia? En realidad, parece la misma cosa. Caminos
distintos para llegar al mismo fin. Decir que el arma de la democracia es el voto resulta una
perogrullada. De poco está sirviendo repetir el sonsonete que a esta altura luce como vaciado de
sentido. Para algunos, parece ser un arma sin balas, guardada bajo llave en el ropero.
     Se reclaman derechos políticos, derechos de las mujeres a cuota política, derecho a cambiarse el
sexo (y a que lo sociedad lo financie), derecho a eliminar personas en el vientre de las madres,
derechos a sesgadas pensiones reparatorias, derechos, derechos…
     Aprendimos en las clases de Carlos María Trianón que no existen derechos sin que haya a quien
reclamárselos. Nos enseñaban que la norma jurídica es bilateral y que a cada derecho corresponde
una obligación. Claro, nos hablaban de la democracia: un sistema en que en un contexto de libertad
cada uno tiene la prerrogativa de elegir a sus gobernantes. Aquello que ya en el 1516 preconizaba
Santo Tomás Moro en su “Utopía”. Pero esa descripción que hace el mártir inglés era de un lugar
que no existía en parte alguna.
     Concebida en los tiempos que corren, ante la indolencia o el descreimiento de quienes prefieren ver
Netflix antes de ir a votar, la única opción es la obligatoriedad del voto. No es una contradicción. Al
derecho de votar sigue el deber de hacerlo. Así lo consagran las normas en nuestro País. Es
indispensable el mantenimiento de esa decisión cultural. A la luz, -mortecina, sí- de lo que ocurre en
países hermanos no podemos retroceder en aras de un tonto y suicida liberalismo. Está en juego la
democracia, y nadie puede decir que el riesgo no está a la vista.
     ¿O queremos que la democracia se transforme en utopía?

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