El elogio de la locura

Dice Kenneth Goff, en su Psicopolítica. Técnica del lavado de cerebro, que un principio esencial de ese sistema de dominación exige “que la persona objetivo sea, ante todo, acusada directa o indirectamente de demencia”.
Una vez logrado, todo lo que diga, por razonable que sea, será imputado a una patología de la mente.
El sistema se aplicó exitosamente por los soviéticos.
Pero es erróneo creer que cayó en desuso junto con la cortina de hierro.
Por el contrario, se ha perfeccionado y sigue operando en la actualidad potenciado por la moderna tecnología.
Para su funcionamiento requiere de una red de elementos que funcionen en forma alterna, de modo de no poner en evidencia su carácter de planificación.
Así, operadores políticos travestidos de periodistas, caricaturistas, trolls…algún pseudo amigo que nunca falta, constituye el entramado para el montaje de la obra.
Esto que parece un argumento cinematográfico, sin embargo, no lo es.
Sucede en nuestro propio país todos los días.
El ejemplo más notorio lo tenemos en el caso de la senadora Graciela Bianchi, un objetivo cuidadosamente seleccionado.
Bianchi tiene un doble interés.
Viene de la izquierda con el ímpetu del converso.
No se calla y, sobre todo, no teme.
Lo que tiene que decir lo dice fuerte y claro y cada día genera más seguidores.
Por cierto, molesta a tirios y troyanos.
Se ha transformado en un personaje importante.
Y no tiene techo.
Por supuesto, dicho en lenguaje soviético: tiene que estar loca.