“No se pueden entender febrero y junio del 73 sin atender a los 50 años anteriores”

Así sostienen los coroneles (r) Roberto Velasco y Alfredo J. Bravo al analizar los principales contenidos de su “Camino al 73”, que se presentaba este martes 12 de julio en el Centro Militar. Editado por Artemisa, el libro, de 230 páginas, está a la venta al público en el Centro Militar y en las principales librerías.
Entre otros aspectos de la formación de los autores destaca una intensa actividad académica y docente, en tanto que sus hojas de servicio los cuentan como participantes en las misiones de paz, en el Sinaí en el caso de Velasco, y en Camboya, Mozambique, Haití y Congo en el de Bravo.
En referencia a “Camino al 73” indicaron que se trata “del primer trabajo de esta magnitud para ambos”, y precisaron que la idea original fue del coronel Velasco, a quien se le ocurrió realizar pequeños artículos para echar luz, vía whatsapp, sus puntos de vista sobre este tema. “Fundamentalmente con el propósito de sumarse a otras voces diferentes, que son las menos, de lo que se habla normalmente”.
Artículos documentados con bibliografía de variado origen ideológico, salieron semanalmente con un tema puntual, desde abril hasta julio de 2021. Bravo se sumó al proyecto entre finales de junio y comienzos de julio. “Muchos lectores nos motivaron a transformarlo en un libro” y se abrió el desafío de readecuar el formato, los contenidos y profundizar aún más las investigaciones”.
En cuanto a los contenidos, específicamente referidos a los sucesos de febrero y junio de 1973 explicaron que “son el resultado de un proceso, de un camino” y que su libro procura “cambiar el foco como epicentro fáctico” ya que “no se puede entender lo que ocurrió entonces, si no se entiende lo que venía sucediendo desde 50 años antes y que se incrementaba año a año, hasta 1973”.
En ese aspecto “la actuación de la dirigencia política fue crucial” y “si se hubiera actuado como el presidente Oscar Diego Gestido había reclamado en 1967, es muy probable que no hubiera habido ningún golpe”.
“Si bien hubiera existido la desgraciada violencia que existió, lo cierto es que con las armas constitucionales y un parlamento fuerte, con debates de ideas ni que tal vez, pero donde se diera prioridad a los intereses generales sobre los particulares, la historia hubiera sido otra”.
De todos modos “la actuación política no fue de manera homogénea” ya que reconocen que “hubo legisladores y políticos que entendieron lo que estaba sucediendo y lucharon con altura, fomentando investigaciones parlamentarias y apoyando las intenciones de los sucesivos gobiernos, desde los colegiados colorados y blancos hasta las gestiones presidenciales de Gestido, Pacheco y Bordaberry”.
“Es más”, añadieron, “algunos incluso, apoyaron los sucesos posteriores a junio del 73 y continuaron su acción parlamentaria con la vuelta a la democracia, de tal manera que “si se hubieran dejado de lado las cuestiones personales o sectoriales y donde además algunos legisladores se escudaron en sus fueros para continuar con su apoyo, colaboración y participación con los elementos terroristas que actuaban en la lucha armada, muchas cosas nunca hubieran sucedido”.
Por eso “quizá el mito más grande” sea que la acción de los tupamaros, derrotados militarmente en 1972, haya dado lugar al quiebre institucional. Es que en opinión de los autores “en esta triste guerra entre hermanos, no se dio como lo era habitualmente, y no menos triste, en el siglo XIX y comienzos del XX, en una lucha frontal cara a cara en un campo de batalla; donde una vez que terminaba el combate se realizaban ciertos acuerdos para tratar a los heridos”.
Aquellos tiempos estuvieron marcados por “actos de violencia extrema y crímenes, pero hubo una gran cantidad de actos donde la palabra de honor estuvo presente. Y fundamentalmente, luego de la contienda se daba vuelta la página, mediante una ‘Concordia Nacional’, como decía el doctor Luis Alberto de Herrera”.
Frente al terrorismo, sin embargo “casi nada de eso se dio”, ya que se trata de “una guerra donde la búsqueda de inteligencia, la información y el tiempo de respuesta tienen una prioridad vital. Por tal motivo existieron varias acciones de cierta envergadura donde se involucraron unidades completas, pero más hubo de acciones menores (allanamientos, detenciones en controles de ruta, etc.); ellas fueron lo común”.
“Si bien el MLN-T tuvo una importante gravitación, ya que llevó el peso de las acciones contra la institucionalidad del país, también gozó de la suficiente propaganda para constituirse en el mito de ser los únicos culpables de aquellos terribles años. Pero no fueron los únicos, existió una intrincada red de organizaciones que colaboraron en la lucha armada y con la desestabilización”.
Mencionaron el funcionamiento de imprentas, aparatos de propaganda, y otras estrategias de apoyo a la subversión, de tal manera que “dentro de estas organizaciones que se fueron desarrollando hasta 1973, y aún después, muchas de ellas que se fueron fragmentando y reorganizándose con otro nombre, etc., se encontraban las políticas (que llegaron a ser 29), las socio-culturales (10), las religiosas bajo el dogma de la Teología de la Liberación (15) y las armadas o grupos sediciosos (10), donde muchos de estos últimos fueron a la vez el aparato armado de una organización o grupo político, totalizando 64 y conformando una intricada y compleja red marxista que buscó operar en todas las dimensiones y no dio tregua a la democracia…”
PCU: factor clave
Indicaron que en su estudio figura un actor “que por nombrarlo al final no deja de ser clave” en referencia al Partido Comunista de Uruguay (PCU). “Su constante participación a lo largo de los años (desde su creación en 1921), constituyó el motor esencial en la organización de los frentes de masas y de la reunión de fuerzas. Fue el que a través de las directivas de la URSS, siguió paso a paso el plan de instauración de un gobierno marxista-leninista en nuestro país, alcanzando uno de sus ansiados viejos objetivos, con la creación del Frente Amplio en 1971”.
“Fue el mismo que no dudó de fluctuar entre lo legal, participando del parlamento y utilizándolo para sus fines, y lo ilegal, generando paros, promoviendo sabotajes en las fábricas y creando un ejército paralelo, su llamado aparato armado, para lograr alcanzar el poder”.
“Si bien para 1972, se tenía idea de sus implicancias” no se llegaba a concebir “la magnitud de las mismas”, al punto que hay que recordar “la estrategia engañosa de la URSS tomando distancia pública con Cuba y China en cuanto al apoyo a la lucha armada, así como del poder combativo de su aparato armado”, agregaron.
“Nosotros citamos como documento complementario el Decreto del 1.º de junio de 1973, bajo el título de “Se adoptan medidas extraordinarias manteniéndose el arresto de personas incursas en actividades subversivas o en ilícitos económicos”, estableciendo entre otros aspectos que “con posterioridad al 21 de marzo” se podía afirmar inequívocamente que “A) Las organizaciones subversivas continúan su acción de infiltración y desarrollo en el frente de masas; B) han surgido nuevas organizaciones subversivas; C) Factores foráneos inciden en la reactivación de las guerrillas y D) Se han cumplido operativos de propaganda de apoyo logístico bajo la apariencia de rapiñas comunes”.
“Basta con transcribir”, añadieron “un breve párrafo de la contraportada del libro “El Partido de la Resistencia” de Gerardo Núñez acerca de las actividades del PCU contra la Dictadura (1973-1985): “…Sus militantes participaron de ese proceso a todo riesgo, con mucho coraje, desde la clandestinidad, desde la cárcel, desde el exilio. Lo hicieron valiéndose de una red organizativa y partidaria…”
Desestabilización política
Finalmente, y en referencia a la desestabilización operada contra el gobierno, recordaron que “existían diferentes sectores políticos de considerable peso –que aunque muchos libros de investigación lo recogen, también es cierto que los involucrados lo niegan– que buscaban remover inconstitucionalmente a Bordaberry, proponiéndole a las Fuerzas Armadas que los apoyaran”.
Se trató de “una especie de inentendible ‘juego de cinchada’ por la conducción del país, cuestionándose mutuamente su capacidad de cumplir sus cometidos”. Frente a esta crisis política, comentada en un artículo por el senador Walter Santoro, las Fuerzas Armadas finalmente se mantuvieron leales al Presidente.
Indicaron asimismo “la continuación por parte de ciertos legisladores de su accionar dificultando el combate y neutralización de la amenaza terrorista, hasta el extremo de impedir, que se aplicara el mecanismo constitucional de los desafueros, para el procesamiento de otros legisladores involucrados en actividades subversivas”.
Consultados entonces sobre su visión de las ramificaciones internacionales del terrorismo y también del accionar de los cuerpos militares, expresaron que “en agosto de 1974 bajo la presidencia constitucional de María Estela Martínez de Perón, se creó en Buenos Aires la ‘Junta Coordinadora Revolucionaria’. En su conformación inicial se encontraba el MLN-T de Uruguay, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Bolivia y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) de Argentina” organizaciones que el 1.º de noviembre de 1974 difundieron su primer comunicado.
En consecuencia “es la prueba inequívoca de la magnitud de esta situación”, y subrayaron que “hoy los conceptos de seguridad, manejados por los sucesivos gobiernos nacionales desde los años 2000, están en línea con lo dispuesto por las Naciones Unidas, donde hablan de ‘amenazas o delitos transnacionales’, como ser el narcotráfico, narcoterrorismo, o incluso la delincuencia organizada transnacional. Y para ello existen mecanismos multilaterales de coordinación y acción para enfrentarlas. ¿Qué diferencia hay entre éstas amenazas y aquellas? Donde ambas afectan la estabilidad y donde la vida de personas, bienes y valores corren riesgo de ser atacados”.
Frente a esa realidad el Plan Cóndor aparece como “respuesta natural a una agresión a escala continental. Pero que también se la ha dimensionado sobremanera. También cabe aclarar que no ha sido nuestro tema de estudio. Pero lo claro es que mientras el Plan Cóndor duró casi 10 años, su contraparte marxista duró más de 50 años”.
“Uno de los tantos aspectos de la dimensión de las vinculaciones internacionales, y que es necesario tener presente, es el Plan estratégico formulado por Fidel Castro, su hermano Raúl y el Che Guevara, que contemplaba el incremento de las acciones subversivas en Chile, Argentina, Bolivia y Brasil; y que Uruguay oficiaría como santuario y área de apoyo para actividades logísticas, atención de heridos, proteger integrantes de otros movimientos, etc.
Esta realidad se expresa hoy a través de una “batalla cultural”, referida al enfrentamiento del conocido “actual relato hegemónico” (o del “metarrelato”, concepto que significa un nuevo relato que va más allá del relato tradicional) y su respuesta, el “contrarrelato”. Ya que en la Guerra Revolucionaria cobra una importancia mayúscula.
“Lamentablemente coexisten aun hoy dos visiones del mundo, donde si bien la marxista-leninista se ha modificado exteriormente, prácticamente sigue incambiada. Como expresó el exagente soviético Yuri Bezmenov, el método empleado por la URSS, conocido con el nombre de “subversión ideológica”, donde a través de un proceso de cuatro etapas (desmoralización, desestabilización, crisis y post crisis) transforma la cultura de una nación y relativiza la verdad”.
Esa es hoy la llamada “posverdad”, respecto de la que “podríamos decir que estamos entre la primera (desmoralización) y la segunda etapa (desestabilización), ya que la tercera puede desatarse en cualquier momento, como son los casos de Chile, Colombia, o Ecuador, por ejemplo”.
Por eso, concluyeron “una de las soluciones es la intención de este libro, que es de historia, que es intentar iluminar acerca de la verdad. La otra solución, ya fue planteada por el fallecido ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro, donde expresaba que era imprescindible un gran dialogo con todos los involucrados, los nacionales como mínimo. Dialogo que debe ser honesto, franco y leal para que cada uno reconozca aciertos y desaciertos, asumiendo sus responsabilidades. Pero mientras se mantenga la actual situación, no habrá solución posible, puesto que no habrá una Concordia Nacional”.