Un puente tarde, pero suficiente.

En 1963 un periódico que llevaba por nombre "La Charqueada", llegó a la capital de un Departamento ubicado en el centro de la República, con un reclamo urgente contra el aislamiento que padecía la localidad homónima. Lo había enviado un médico que ejercía su profesión allí, en aquellos tiempos heroicos de una Medicina más cerca a las ventosas y la cataplasma, que a la penicilina y los Rayos X, que relataba las penurias que representaba la sanidad en un lugar donde el raquitismo era la norma, el rancherio rural un hervidero para la Vinchuca y el Mal de Chagas y las achuras crudas y los perros fermento para la Hidatidosis, las principales endemias de lugares como como ese. La publicación llevaba un lema al lado del título, que el niño que lo había descubierto, no olvidó jamás: "No llegaremos nunca, porque llegar es detenerse, y nosotros no nos detendremos nunca". El precoz lector cursaba sus primeras letras escolares, e impresionado por el dramatismo de aquella consigna, le preguntó a su padre porque la hoja de papel diario llevaba un nombre tan peculiar. Allí se enteró que La Charqueada era un pueblo muy pobre de Treinta y Tres, ubicado en el lugar perdido del Uruguay, cuyo aislamiento lo subsanaba una balsa que cruzaba el río que lo separaba del territorio que se comunicaba con Montevideo por caminos tan largos y polvorientos, como angostos y escasos de asfalto. No sé si esa publicación tuvo un segundo número, pero el reclamo de un puente para La Charqueada se mantuvo en la tradición oral de los lugareños, y en el histórico reclamo a los políticos que desde entonces pasaron por el lugar. En agosto de 2023 finalmente el gobierno nacional inauguró con 60 años de retraso el puente tantas veces prometido para La Charqueada, ubicado del lado del río que moja las márgenes del Departamento de Treinta y Tres, y lo une con Pueblo Cebollatí, ubicado del lado del Departamento de Rocha. Los episodios de la promesa hecha por el presidenciable Luis Lacalle Pou de hacer realidad la vieja demanda, el anuncio del ministro de Obras Públicas, Luis Alberto Heber, de que pronto se realizaría, la incredulidad de los lugareños frente a las nuevas promesas, la obra iniciada por el sucesor en Obras Públicas, José Luis Falero, y el corte de cinta del ya presidente Luis Lacalle, fueron las anécdotas de color para una vieja demanda popular. La imagen que encabeza está nota -tomada de un cuadro del corto publicado por Luis Lacalle en su cuenta de la red X- captó la leyenda de lo que dijo un lugareño que ese día llegó al acto inaugural. "Nunca pensé que iba a cruzar por este puente", aseveró. En aquella jornada todo el vecindario de ambas márgenes, se juntó sobre el hormigón de la obra como esos que tienen que ver para creer, festejaron y caminaron los 192 metros que cruzan sobre el río Cebollatí. Fue la primera vez en seis décadas que los vecinos de La Charqueada prescindieron de la balsa que unía ambas orillas. Pero lo que allí fue pura fiesta, 342 kilómetros al suroeste cosechó en algunos frustración y amargura. En el corazón de Montevideo capital hablaron pestes los integrantes de la fauna del NO, esos que se regodean en competir en una infantil Olimpíada de los Trancaruedas que la oposición se autoimpuso como obligada liturgia. "Festejan un puente de 200 metros para favorecer a los Malla Oro productores de arroz!!!!", escribió una militante mas amarga que la quinina. Y como el guión del agua salada ya quedó obsoleto, remató con un textito que seguramente le hernió la inteligencia elaborar: "Tb festejen que VAMOS A TRABAJAR HASTA MORIR". Una consigna de manual. Lo mejor sería pensar que gente como ésta solo existe en las granjas de trolls y no en la realidad. Pero es lamentable verificar que el resentimiento urbano por esa ruralidad productiva es una realidad tangible dentro de un país en que el agro sostiene todo. Y no sería extraño que el mensaje lo hubiese redactado alguien que suponga que el arroz crece en las bolsitas del supermercado, o desde algún elegante apartamento de un barrio coqueto, ubicado en una esquina por la que pasan todos los buses. Lo escribió muy lejos de gente de La Charqueada o de las balsas para cruzar el Miguelete. Esa lejanía de la realidad que trasunta en sus líneas la autora del mensaje, es lo que explica la empecinada campaña de negatividad que alienta un día sí y otro también, ese pequeño ejército de odiadores seriales que dicen representar a medio pais. Pero contra la realidad no se puede, y el puente llegó. Un puente que a estas horas ha provocado furia y urticaria entre los obsesivos del NO, en particular porque a pesar de haber llegado tarde, como le encanta decir a Pereira, ha sido suficiente para los que lo merecen.